El Camino a Entrenar

¡Hola! Quiero empezar el blog porque me emociona mucho compartir con ustedes todo lo que pueda del entrenamiento positivo, y con esto espero poder hacer que la vida con sus perros sea mucho mejor. En este primer post, les comparto de dónde vengo y lo que me ha traído hasta acá. Ha sido un viaje con muchos desvíos, y todavía estoy aprendiendo.

¿Prefieren una versión más corta? Vayan a mi manifiesto de entrenamiento.

El Principio

Me llamo Sofía Brenes, nací en San José, Costa Rica y cuando crecí siempre había un perro en mi casa. Primero fue Champagne (Champi), después Odie, y luego Otto. En los 80s en Costa Rica, era muy común que el perro simplemente era la mascota que vivía afuera. Tenía completamente prohibido entrar a la casa. ¿Por qué habría de sacar al perro a caminar? Ahí tiene el patio. Tampoco había juguetes para perros, mucho menos socialización o entrenamiento. El perro simplemente existía en el patio.

 
Mis hermanas y yo, creciendo con Champi

Mis hermanas y yo, creciendo con Champi

 

Aunque tenían refugio, comida, y estaban sanos, me mortifica pensar en la vida tan solitaria que deben haber tenido. No es de sorprender que nuestro primer perro Champi era increíblemente agresivo. Nada más toleraba a quienes vivíamos en la casa (cualquier otro recibía una buena mordida), y aún así, la cicatriz que todavía hoy tengo en mi mano da fe de lo que nos pasaba si se enojaba con nosotros.

Cuando empecé el colegio, llegó Odie. Esta no fue una época particularmente buena en mi vida, entonces volvía en las tardes a pasar un buen rato con él. Me sentaba afuera en el patio a darle cariño, o a jugar tonteritas como esconder algo de su comida en una de mis manos a ver si adivinaba en cuál estaba. O tirarle una bola y que me la trajera a cambio de comida. Llegamos a tener una conexión bastante fuerte, y era mucho más relajado con personas extrañas. Aún así, se portaba agresivo si veía otro perro.

 
Odie con su juguete favorito (bueno, su único juguete).

Odie con su juguete favorito (bueno, su único juguete).

 

Mi vida cambió cuando empecé la universidad. En el departamento de Computación sentí que había encontrado a mi gente, muchos todavía son de mis mejores amigos. Cuando estaba por graduarme pasaron dos cosas al mismo tiempo: Odie nos dejó y me ofrecieron trabajar como pasante en un instituto de investigación en Pensacola, Florida. La oferta era nada más por un año.

Pero bueno, los planes cambian. El año se convirtió en dos. Luego se dio la oportunidad de hacer un posgrado en Bloomington, Indiana. Una maestría se convirtió en un doctorado. Después, las vacaciones quedan muy bien para buscar un trabajo de verano, por qué no hacer una pasantía? Uy, qué tal Google? Momento, eso puede convertirse en un trabajo a tiempo completo? Y cuando uno se da cuenta, ya llegó el 2019 y todavía estoy aquí.

Un Intento Fallido de Entrenamiento

Al vivir en EEUU y con un horario intenso de estudio, al principio era imposible para mí tener un perro. Pero de vuelta en Costa Rica, Otto vivía en la casa de mi Mamá. Otto era el perro más dulce cuando estaba relajado. Pero tampoco fue socializado, y tendía a estresarse cuando las cosas no salían a su manera, escalando rápidamente a agresividad. Comencé a pensar que tenía que existir una forma de tener un perro y entrenarlo lo suficiente para que pudiera vivir dentro de la casa. Busqué, pero no había mucha información. Y como mucha gente, terminé creyendo que había encontrado la solución: ¡tengo que ser dominante y enseñarle al perro quién manda!

Entonces, cada vez que iba de visita a Costa Rica trataba de aplicar mis nuevas técnicas con Otto. Excepto que cuando trataba de hacerlo "someterse" a mis órdenes y enseñarle que yo estaba a cargo terminaba con un perro completamente enojado, gruñendo, arremetiendo, ladrando, y mostrando sus dientes. Pensé que no lo podía dejar ganar, entonces yo también subía la intensidad. El resultado final: un perro que vivía en un estado constante de estrés, y que rápidamente decidía morder cuando lo presionaba. No podía entender por qué mis métodos no habían funcionado.

 
Otto, conocido como Otto Potto, Otilio, Motillo

Otto, conocido como Otto Potto, Otilio, Motillo

 

Cuando Todo Cambió

Pasaron algunos otros años, y para entonces estaba hasta el cuello con mi tesis doctoral y acababa de terminar mi segunda pasantía en Google. También habían pasado siete años desde que había tenido un perro propio, y mi insistencia en tratar de convencer a mi esposo no había dado ni medio fruto. Su argumento: no podemos tener un perro porque no tenemos patio, y obviamente un perro tiene que vivir en el patio, ¿cómo va a estar dentro de la casa?

Al final de la pasantía estaba tratando de conseguir una oferta de tiempo completo. Estaba muy nerviosa la noche antes de la entrevista, entonces puse la tele. Me encontré un programa en Animal Planet con un perrito guapo, y me quedé viendo. Una inglesa simpática le estaba enseñando a una gente cómo hacer que su perro dejara de gruñir y morder, todo lo que Otto hacía y yo no había podido detener. Y no había gritos ni intentos de dominar a nadie. El programa era "It's Me or the Dog" (El perro o yo) con Victoria Stilwell. Me enganchó. Ah, y no me dieron el trabajo.

A mi esposo también le encantó el programa. Hubo un episodio en el que Victoria se molestó con los dueños porque los platos del perro estaban en el patio. Les explicó todas las razones por las que un perro, siendo animales sociales, necesitan ser parte de la familia. Mientras veía a mi esposo cambiar de parecer a poquitos, yo quería meterme en el tele y abrazarla. Siguió explicando lo simple que es entrenarlos, y las razones por las que se dan los problemas en realidad. Ver este programa se volvió un ritual en la casa.

Los Primeros Pasos Entrenando

Bueno, para dos ingenieros el siguiente paso era obvio. ¡Recopilar datos y probar la teoría! Mi esposo y yo nos apuntamos de voluntarios en el refugio local, ayudando a la entrenadora de perros. Ella nos explicó los pasos básicos para enseñar a un perro a sentarse, y me dio una bolsa con salchichas cortadas en pedacitos en una mano, y un pitbull guapo y grandote en la otra. Este perro estaba desconcentrado, se movía por todo lado. Tomé un poco de salchichas y las puse cerca de su nariz. Mientras él trataba de comerse la comida que yo no le iba a dar hasta que su trasero llegara al piso, tuve lo que nada más puedo describir (aunque suene cursi) como un momento mágico.

Seguía tratando de alcanzar la comida en mi puño cerrado. Entonces moví mi mano un poco hacia arriba, cerca de su nariz y él, al seguirla con su mirada, naturalmente se sentó. Le dije "Muy bien!" y le di un poco de comida. Después de repetir esto un par de veces, ya no moví mi mano. Torció la cabeza como diciendo "¿Qué estás haciendo?" Levantó las orejas. Movía los ojos entre mi mano y mi cara, y me di cuenta que en realidad estaba viendo a este perro pensar y tratar de descifrar este problema.

Frunció el ceño por un segundo, y se sentó. ¡Éxito! Después de darle comida otra vez, su cara se relajó por completo, sacó la lengua y estaba feliz. Inmediatamente se sentó otra vez y me vio: "cool, ya entendí el jueguito. Yo me siento, vos me das comida". Nunca en mi vida había entrenado, nunca había visto a este perro antes, y en cinco minutos le enseñé a sentarse, porque él fue quien descifró que así era como iba a seguir comiendo. Sin forzarlo, sin gritarle.

Ese momento me cambió todo. Supe inmediatamente que si yo hubiera sabido de esto a mis 17 años, habría estudiado esto sin ninguna duda. Quería aprender todo lo que podía de este método de entrenamiento, pensando ¿qué tantas cosas le puedo enseñar a un perro de esta forma? Me di cuenta que no solo el perro es un animal social que necesita una familia, también son animales inteligentes que están tratando de resolver problemas y comunicarse con nosotros.

Mi Primer Alumno

Para este punto estábamos listos para nuestro propio perro. Compramos el libro de Victoria, y unos meses después adoptamos a Nacho. No, no es por la comida (por favor no le digan taco), es Ignacio. Aplicamos todos los métodos de refuerzo positivo que encontramos en el libro. En ese punto no éramos entrenadores, y aún así logramos tener el perro perfecto. La conexión que tenemos es tan fuerte. Yo sé que él entiende lo que esperamos de él, y definitivamente sé cuando me está tratando de decir algo. Y mi esposo, ¿el que dijo que necesitaba un patio para su perro? Él fue quien preguntó si podíamos dejar que durmiera con nosotros.

 
Nacho. Definitivamente no es un perro de patio.

Nacho. Definitivamente no es un perro de patio.

 

A partir de ese punto, leí todo lo que pude de refuerzo positivo, pero la vida siempre se llena de cosas. Terminé mi doctorado, e hice un nuevo intento en las entrevistas en Google (esta vez con éxito). El trabajo se puso muy intenso, pero siempre en algún momento pensaba, hmm, ¿me pregunto si podría hacerme entrenadora de perros? Digo, ¿podré estudiar esto formalmente? Sí, definitivamente debería hacer eso. El próximo mes busco qué opciones hay. O bueno, el próximo año. La idea de ser entrenadora se convirtió en un sueño lejano, de esos que uno piensa que estaría bonito, pero uno sabe en el fondo que probablemente nunca va a pasar.

Woot, ¡Ciencia!

Entonces me di cuenta que Victoria fundó su propia academia para entrenadores. ¿Qué tan bueno sería aprender a ser entrenadora de la misma persona que me abrió los ojos a la forma correcta de hacerlo? Y en serio, ¿por qué no hacerlo si me encanta? No lo pensé más y llené la aplicación.

 
Cerrando el círculo, con Victoria Stilwell en la Academia.

Cerrando el círculo, con Victoria Stilwell en la Academia.

 

Decir que el curso me impresionó se le queda muy corto. Imagínense cómo me sentí cuando, dada mi formación, me dijeron en términos muy claros que “ustedes van a ser entrenadores basados en la ciencia”. Todo se conjugó perfectamente: esto es lo que pasa cuando uno toma estudios en cognición y comportamiento animal, lo combina con teoría de aprendizaje, y lo aplica en el animal más increíble del mundo, y propaga el mensaje a través de la educación.

Yo cometí tantos errores con mis perros. Simplemente no sabía que esta era la forma correcta. Siempre tuve las mejores intenciones del mundo, pero nada más no sabía. Ahora quiero ayudar a más gente a pasar por este camino. Quiero que la gente tenga ese momento mágico cuando se den cuenta que su perro está pensando, cuando vean a su perro tratando de comunicarse con ellos, y que sepan cómo se va a sentir su perro de feliz cuando él también entienda lo que esperan de él.

Los llevo a todos conmigo. Veo la cicatriz que me dejó Champi con mucho cariño, para que me recuerde lo mucho que he aprendido. Quisiera decirle a Odie que casi lo logramos a punta de instinto, y que de hecho estábamos usando refuerzo positivo sin darnos cuenta. Me encantaría poder pedirle a Otto que me perdone por escuchar malos consejos, y que espero que en sus últimos años haya logrado corregir mis errores. Y ahora lo puedo ver con Nacho todos los días, lo diferente que puede ser la vida con un perro cuando uno sabe cuál es la mejor forma de comunicarse con ellos y de entenderlos.

Yo hago esto por los perros de mi vida. Porque quiero contarles que hay una mejor manera de entrenarlos. Sin peligro. Con compasión. Con confianza y empatía. ¡Con ciencia!

Sofía Brenes